La señora Norma desarrolla el oficio de la alfarería desde que tenía 15 años de edad. Nacida en 1947, es oriunda de Campón, y desde hace 40 años está avecindada en los Chequenes, ambas pequeñas localidades cercanas a Rere, en la comuna de Yumbel. El conocimiento y expertis en torno a la greda provienen de su genealogía familiar, integrando un saber comunitario que forma parte de una memoria que germina en el territorio.
El saber de su oficio se apega firmemente a la forma manual de trabajar la greda, esto es, desde la búsqueda de las diferentes tierras que integran la mezcla adecuada para dar consistencia al objeto creado y resistir el paso del tiempo, hasta el modelado a mano y el cocimiento con guano a ras de suelo. Destacan formas utilitarias y decorativas que responden tanto a la tradición heredada como a su propia creación.
Para mí es un honor, un orgullo ser una artesana, quedar con lo que mi madre me enseñó. Para mí esto es una felicidad muy grande, porque yo trabajo sin que nadie me vigile ni me mande, trabajo las horas que quiero y cuando quiero. Entonces, nadie me está mirando o diciéndome “¿a qué hora vas a trabajar?”, “hoy día no trabajaste” o “el trabajo te quedó malo”, no. Entonces, en ese sentido, me siento orgullosa, feliz con lo que Dios me regaló, porque este es un don que Dios nos entregó a nosotros. Por eso que este don a mí no me complica compartirlo.
La señora Norma desarrolla el oficio de la alfarería desde que tenía 15 años de edad. Nacida en 1947, es oriunda de Campón, y desde hace 40 años está avecindada en los Chequenes, ambas pequeñas localidades cercanas a Rere, en la comuna de Yumbel. El conocimiento y expertis en torno a la greda provienen de su genealogía familiar, integrando un saber comunitario que forma parte de una memoria que germina en el territorio.
El saber de su oficio se apega firmemente a la forma manual de trabajar la greda, esto es, desde la búsqueda de las diferentes tierras que integran la mezcla adecuada para dar consistencia al objeto creado y resistir el paso del tiempo, hasta el modelado a mano y el cocimiento con guano a ras de suelo. Destacan formas utilitarias y decorativas que responden tanto a la tradición heredada como a su propia creación.
Para mí es un honor, un orgullo ser una artesana, quedar con lo que mi madre me enseñó. Para mí esto es una felicidad muy grande, porque yo trabajo sin que nadie me vigile ni me mande, trabajo las horas que quiero y cuando quiero. Entonces, nadie me está mirando o diciéndome “¿a qué hora vas a trabajar?”, “hoy día no trabajaste” o “el trabajo te quedó malo”, no. Entonces, en ese sentido, me siento orgullosa, feliz con lo que Dios me regaló, porque este es un don que Dios nos entregó a nosotros. Por eso que este don a mí no me complica compartirlo.