Con la cordillera de los Andes de fondo, mirando a los nevados de Chillán, en la comuna de Coihueco, se encuentra la hermosa localidad de Roblería, pueblo mimbrero de varias generaciones de maestras/os en el arte de tejer fibras vegetales. Aquí se confeccionan diversas variedades de canastos, tales como los canastos bote, con tapa, de picnic, para leña, canastos grandes con tapa -perfectos para recolectar la ropa sucia-, paneras, servilleteros, sombreros tejidos con finas hebras, además de otras facturas de formato pequeño y mediano, intercalando diseños antiguos, elaborados por padres y abuelos, y nuevos diseños que van leyendo los requerimientos de los tiempos actuales.
Mónica Galdames, forma parte de este legado ancestral, rodeada de una familia de campesinas/os y tejedoras/es en mimbre. Decidió quedarse inmersa en esta tradición, que entrelaza en la vida cotidiana la crianza de hijos y el cultivo de la tierra con el tejido en mimbre, al ritmo del ciclo estacional.
El mimbre lo hacemos (se cultiva) como un bosque y ese bosque nosotros lo cortamos entre junio y julio, pero tiene que ser en menguante, para que así el mimbre quede más flexible y no se apolille, para que siga dando el próximo año y no se seque.
Con la cordillera de los Andes de fondo, mirando a los nevados de Chillán, en la comuna de Coihueco, se encuentra la hermosa localidad de Roblería, pueblo mimbrero de varias generaciones de maestras/os en el arte de tejer fibras vegetales. Aquí se confeccionan diversas variedades de canastos, tales como los canastos bote, con tapa, de picnic, para leña, canastos grandes con tapa -perfectos para recolectar la ropa sucia-, paneras, servilleteros, sombreros tejidos con finas hebras, además de otras facturas de formato pequeño y mediano, intercalando diseños antiguos, elaborados por padres y abuelos, y nuevos diseños que van leyendo los requerimientos de los tiempos actuales.
Mónica Galdames, forma parte de este legado ancestral, rodeada de una familia de campesinas/os y tejedoras/es en mimbre. Decidió quedarse inmersa en esta tradición, que entrelaza en la vida cotidiana la crianza de hijos y el cultivo de la tierra con el tejido en mimbre, al ritmo del ciclo estacional.
El mimbre lo hacemos (se cultiva) como un bosque y ese bosque nosotros lo cortamos entre junio y julio, pero tiene que ser en menguante, para que así el mimbre quede más flexible y no se apolille, para que siga dando el próximo año y no se seque.