
María Oviedo detenta el conocimiento de ahumar pescado desde hace al menos 25 años en la mágica ciudad de Lota, a metros del mercado. En un callejón que anuncia el oficio con un pequeño cartel que señala “Pescado Ahumado Sra. Chita”, nombre de su suegra, quien le heredó este conocimiento, cotidianamente prepara el fuego con grandes leños de eucalipto, cuya llama va amortiguando con aserrín y agua, propiciando el humo necesario para el ahumado. Hermosas piezas de sierra y/o jurel muy frescas, aliñadas con dedicación, se depositan en el ahumador para ser vendidas en la feria de Lota.
Y me siento bien trabajando acá, me siento muy realizada. Yo digo ¡oh! me gusta, porque cuando estoy echando el pescadito ¡oh! ¡qué lindo!, me dicen todos. Entonces, me siento bien porque hago la pega bien, porque nadie me manda, que tengo que estar ¡oye, apúrate! Yo hago mi horario, me levanto a la hora que quiero. Hoy día me levanté a las 5 ½ y a las 6 ya venía para abajo.
María Oviedo detenta el conocimiento de ahumar pescado desde hace al menos 25 años en la mágica ciudad de Lota, a metros del mercado. En un callejón que anuncia el oficio con un pequeño cartel que señala “Pescado Ahumado Sra. Chita”, nombre de su suegra, quien le heredó este conocimiento, cotidianamente prepara el fuego con grandes leños de eucalipto, cuya llama va amortiguando con aserrín y agua, propiciando el humo necesario para el ahumado. Hermosas piezas de sierra y/o jurel muy frescas, aliñadas con dedicación, se depositan en el ahumador para ser vendidas en la feria de Lota.
Y me siento bien trabajando acá, me siento muy realizada. Yo digo ¡oh! me gusta, porque cuando estoy echando el pescadito ¡oh! ¡qué lindo!, me dicen todos. Entonces, me siento bien porque hago la pega bien, porque nadie me manda, que tengo que estar ¡oye, apúrate! Yo hago mi horario, me levanto a la hora que quiero. Hoy día me levanté a las 5 ½ y a las 6 ya venía para abajo.